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Jesús Hernández Olivares “chuyeras”: Manos de hierro, corazón de juventud

Su nombre es Jesús Hernández Olivares, de oficio fragüero, excelente conversador, de carácter amable y muy cumplido en su trabajo, pero eso sí, no trate de tener conversación con él cuando de dar golpes con el marro se trata.

Don Jesús o “chuyera”, como le llaman cariñosamente sus amigos de toda la vida, se transforma; su rostro adquiere una seriedad profunda, casi dramática, cuando se trata de darle forma a una barra de albañil, o cuando hace una buena rozadera. Don Chuy es otro cuando dirige a sus muchachos con tremenda batuta de sonoros truenos de metal… y el concierto de palabras se desgrana como los marros sobre el yunque o el inacabable fuego de la fragua.

A sus 72 años (11 de diciembre de 1932), “chuyera” recuerda sus inicios. “Yo era un pequeño niño cuando empecé a trabajar con mi maestro que se llamó Alberto Penilla, todavía no cumplía yo los doce años y desde entonces sigo trabajando en mi oficio”.

Una fragua es un lugar mágico por excelencia. A medio camino entre el laboratorio alquímico y la fundidora “científica”, una fragua es un caldero de formulas mágicas de donde brotan los instrumentos agrícolas, que después por otro acto de magia harán parir la tierra para que la humanidad siga viviendo.

“Nosotros trabajamos en épocas anteriores, hace 50 o 60 años con implementos agrícolas para el campesino; puesto que en aquellos tiempos no existían muchos tractores e implementos tecnológicos agrícolas, todo en el campo se hacía o con la fuerza del campesino o con la ayuda de las yuntas de bueyes, entonces nosotros hacíamos todas las herramientas, llámese arados de fierro, azadones, rozaderas, coas y muchos accesorios más, todo de fierro fraguado. Al transcurso de los años vino la maquinaria y qué bueno, porque ya somos una cantidad muy grande de seres humanos que si hubiéramos seguido al modo antiguo no hubiéramos podido alimentar a tanta gente. Actualmente nos dedicamos a hacer cazangas para el agave, coas para jimadores, coas planteras, todo lo relacionado con la siembra y cosecha de agave, ya lo relacionado con la siembra del maíz y frijol quedó muy atrás”, mencionó Hernández.

Y así como la alquimia tiene sus ciclos, un tema lleva a otro; ahora “chuyera” nos habla de los metales. “La mayor parte de los materiales que usamos nosotros son muelles de los carros, de los camiones pues es un acero que sí nos ha dado resultado, porque parece que la obra que sacamos es de buena calidad, las muelles, los resortes partes de acero de los carros de lo que se va rompiendo de ahí tomamos nosotros la materia prima o metal”.

Hablando de temas más personales, Don Chuy es viudo desde hace años y no se ha vuelto a casar. Le queda el recuerdo de su esposa María y la compañía de sus tres hijos, Chuyín, Tito y Miguel. La familia sigue unida a través del trabajo diario en la fragua: “Trabajamos en equipo, en familia, yo trabajo muy a gusto con mis hijos. El trabajo es escaso, pero de lo que vamos sacando nos compartimos y vivimos tranquilos”.

Jesús Hernández Olivares

Al preguntarle a don Chuy por su pasatiempo favorito, que es el beisbol, se ilumina su rostro con una sonrisa juvenil y su cabeza se llena de recuerdos y de nombres de jugadores y amigos. Muchos de ellos ya no están: “Yo desde muy pequeño fui muy aficionado al beisbol, y hasta la fecha sigo siendo aficionado. Yo conocí a muchos peloteros de los buenos, le puedo mencionar por ejemplo al pitcher “tatita” de la vieja línea, mi hermano Aurelio Hernández, que era muy buen pitcher y me siento orgulloso de él. Por cierto le decían “el cañón”. Otros que admiré son Emiliano Ascencio, “nanú”, “el rojo”, Fausto Hernández, Pedro Rivas. En la actualidad el Centinela es un equipo muy completo, estamos muy contentos porque están ofreciendo un espectáculo muy bueno.

Don Chuy, aunque lo parece, no es una persona ruda o violenta, más bien es de temperamento romántico y en su juventud llegó a formar parte de un grupo dedicado a la música de tríos o música romántica. ”  Yo siempre he sido admirador de la música romántica, de las personalidades del arte arandense. Yo conocí al violinista profesional Alfonso Jiménez en casa de unas amigas de mi esposa, él tocaba en la Orquesta Sinfónica de Jalisco y fue durante muchos años director del grupo de cámara “Los violines de Villafontana”, ha sido uno de los artistas más grandes de Arandas. Otros que conocí fueron al Dueto Arrullo y José María González Cruz quien fue director de la banda municipal. También es mi gran amigazo “cuquillo” Refugio Jiménez que lo admiramos porque es un gran director. Él estuvo haciendo primera voz en el trío Arandas y muchos más que por el momento no recuerdo”…

A pregunta expresa de si todavía canta; responde entre risas que en sus tiempos estuvo en un grupito que se hicieron llamar Los Marinos y en esa etapa no había guitarras eléctricas y tenían un estilo tradicional que le gustó mucho a la gente. “luego ya nos hicimos grandes y ya no canté”…

Aunque, algunos aseguran haberlo escuchado tararear bajito entre el ruido de los mazos y el acero alguna canción de antaño, del Arandas de la televisión en blanco y negro, del beisbol como deporte rey y de todos esos recuerdos que se quedaron en el tintero y que servirán de pretexto para una buena charla en otra tarde de calor…

Publicado en el tomo 1 de Perfiles de mi tierra colorada en septiembre de 2006.

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