El dolor que se experimenta en los momentos difíciles, forma el carácter y desarrolla nuestra creatividad.
El dolor que experimentamos no tiene que convertirse en el centro de nuestro pensamiento, tenemos que encontrar los pensamientos correctos que nos permitan disuadir la preocupación excesiva y encontrar ideas que nos conduzcan a la salida de lo que estamos experimentando.
En lugar de pensar en el sufrimiento que está experimentando, piense en las cosas constructivas que dan una salida a la situación que enfrenta.
Tenemos que ser capaces de analizar las diferentes alternativas que tenemos para avanzar y levantarnos de nuevo.
Hay cosas que nadie puede hacer por nosotros en medio de la adversidad; es nuestra responsabilidad levantarnos nuevamente.
Por esta razón, no podemos responsabilizar a nadie por lo que estamos experimentando o esperar a que los demás nos saquen de la desilusión o la tristeza.
No podemos gastar tiempo hablando a todos sobre los dolores que estamos enfrentando, y comportarnos como víctimas, busquemos el consejo de personas calificadas para enriquecer nuestro criterio, pero no para alimentar la autocompasión. No inspire lástima porque no resuelve lo que está viviendo. Busque levantar su ánimo y elevar el nivel de esperanza.
La autocompasión nos hace víctimas de las circunstancias negativas. Sentir lástima de uno mismo puede arrastrarnos a una vida llena de quejas y desdichas.
El mejor antídoto contra la autocompasión es un corazón agradecido y solidario. Si cambiamos nuestra perspectiva, y dejamos de enfocarnos en nosotros mismos para extender la mano a nuestro prójimo, nuestras vidas tendrán más sentido y propósito. Si estamos pasando por un momento difícil, prestar atención a las necesidades de otros puede darnos la fuerza necesaria para seguir adelante.
No podemos negar el dolor que vivimos, pero tampoco podemos dejarnos dominar por él. Debemos tomar el tiempo necesario para llorar, pero no podemos dejarnos consumir por el dolor que sentimos. Hay tiempo para llorar y tiempo para levantarse. Tiempo para pensar y tiempo para actuar.
Busque alguien le escuche y con quien pueda llorar si fuera necesario, debe ser alguien confiable y capaz de hacerle ver opciones.
Pero llega el momento en el que debemos parar de llorar para comenzar a caminar. Es la esperanza y la confianza en Dios la que nos conduce a la serenidad.
La vida nos ha demostrado que luego de la tormenta viene la calma. Y siempre, detrás de la noche oscura sale el sol radiante.
Quizás no podremos impedir que estos momentos vengan de vez en cuando, pero podemos tener la confianza suficiente para saber que pronto pasarán. Un día nos levantaremos como siempre lo hemos hecho y los pensamientos negativos poco a poco desaparecerán. Nos sorprenderá la paz que solo Dios sabe dar. No estamos viviendo el fin, simplemente nuestro carácter está siendo pulido para vivir tiempos mejores.
Ha llegado el momento de sacudirse las cobijas para levantarnos nuevamente; hay oportunidades que nos esperan, puertas que debemos tocar, muros que podemos derribar y aventuras por vivir.
Créditos: Enfoque a la familia.